viernes, 8 de septiembre de 2017

ESBOZOS FÍLMICOS: GENTLEMAN'S AGREEMENT, DE ELIA KAZAN

Gregory Peck
En algunas de sus películas de los años 40 y 50 del siglo pasado, Gregory Peck interpretó una serie de papeles que se centraron en promover la causa de los derechos civiles, en unos momentos en los que, tras la II Guerra Mundial, este tema se volvió de rabiosa (y controvertida) actualidad en los Estados Unidos. En este sentido, es especialmente memorable el personaje de Atticus Finch que Peck encarnó en Matar a un ruiseñor, pero la película de la que nos ocupamos en este breve artículo, y que he tenido oportunidad de volver a ver no hace mucho, ha quedado bastante más olvidada con el paso de las décadas. Nos referimos a Gentleman's Agreement—que en España se estrenó bajo el título bastante certero de La barrera invisible—, una cinta dirigida en 1947 por Elia Kazan, que fue coautor del guión junto con Moss Hart, tomando como base una novela de la hoy muy poco conocida Laura Z. Hobson. Se trata de una de las muchas películas de denuncia social de un Kazan que pasaría tristemente a la historia por sus prácticas delatoras durante la caza de brujas maccarthysta, pero cuya magnífica filmografía pone una y otra vez el dedo en la llaga en todo lo referente a la injusticia social.


Es este caso, y de manera semejante a lo que ocurre en otro film del mismo año, Crossfire, de Edward Dmytryk (en español, Encrucijada de odios), el director denuncia el rampante antisemitismo que se escondía sutilmente bajo la superficie de la sociedad estadounidense posterior a la segunda contienda mundial. Peck da vida a Philip Schuyler Green, un periodista que, tras enviudar recientemente, acaba de mudarse a Nueva York y ha recibido el encargo de escribir una serie de artículos sobre el antisemitismo. Incapaz de escribir ni una sola línea mínimamente aceptable acerca de dicho tema y acuciado por la necesidad de entregar su reportaje al director de la revista para la que trabaja, Green decide hacerse pasar por judío para experimentar así en carne propia la discriminación a la que se veía sometida este grupo social en tiempos inmediatamente posteriores a la derrota del nazismo. Hasta aquí el planteamiento de la trama puede parecer un tanto ingenuo (que lo es, y en especial el final que los guionistas decidieron dar a la historia), pero a medida que va avanzando la película, el espectador va dándose cuenta no solamente de la ubicua presencia del antisemitismo en todos los rincones de la Gran Manzana—y, por extensión, en el resto del país—, sino también del impacto que su decisión de adoptar una identidad étnica judía tendrá en su relación con su novia Kathy (Dorothy McGuire), en su vida profesional e incluso en su hijo, a quien insultan sus compañeros de escuela.


El director Elia Kazan
A lo largo de la película nos encontramos con múltiples situaciones que invitan a la reflexión sobre el irracionalismo de la xenofobia y del racismo, así como con una serie de personajes interesantes que a veces están delineados con menor profundidad que en la novela. Por ejemplo, están el señor Minify, jefe de Green, y Anne, interpretada por la siempre convincente Celeste Holm, compañera de Green en la revista, dos personajes de tendencias políticas totalmente liberales. También tenemos a Dave, encarnado por el excelente John Garfield, un soldado judío amigo de Green en el que se ve reflejada toda la discriminación a la que están sometidos los semitas en el espacio urbano neoyorkino. Es precisamente Dave quien hace ver a Green las dificultades por las que atraviesan quienes, a diferencia del periodista, no son judíos sólo temporalmente y por elección. 


Celeste Holm
Algunos momentos de la cinta están revestidos de un tono un tanto panfletario y de un idealismo evidente (una vez más, como ejemplo de esto véase, en especial, el final), pero éstos son elementos perfectamente comprensibles si tenemos en cuenta la intención de concienciación social que movió el proyecto. A finales de los 40, en el contexto de unos Estados Unidos que han salido victoriosos de la II Guerra Mundial, salvando al mundo del fascismo y del totalitarismo nazi, sin duda no podía ser del gusto de todos una película en la que se recordaba al espectador que el antisemitismo tenía una presencia notable en una sociedad estadounidense que, por otra parte, seguía dominada por la segregación racial. Pese a ello, Gentleman's Agreement fue merecedora de tres Óscars: nada menos que a la mejor película, a Celeste Holm como mejor actriz secundaria y a Elia Kazan como mejor realizador. Y en los momentos políticamente convulsos en que vivimos todavía hoy en día, esta obra a veces un tanto olvidada de Kazan merece ser recuperada y su visión resulta totalmente recomendable.



                                                   ANTÓN GARCÍA-FERNÁNDEZ