martes, 30 de agosto de 2011

Antonio Garcia Teijeiro y las Crónicas de Bob Dylan


Por Anton Garcia-Fernandez

Para quien conozca a Antonio García Teijeiro o, al menos, su obra, no será secreto alguno su devoción por la obra musical y poética de Bob Dylan. En su casa, Antonio atesora una colección importante de discos (en CD y vinilo), libros, revistas y todo tipo de objetos relacionados con el trovador de Minnesota. Parte de su obra literaria hace mención constante a Dylan, cuyos versos sirven de inspiración para versos de Antonio, y uno de sus libros, titulado Petando nas portas de Dylan, gira en torno a motivos poéticos tomados de sus canciones. Durante los varios años en que dirigió y presentó el programa radiofónico Os sons do silencio en la emisora viguesa Radio ECCA, la música de Dylan resultaba una presencia ineludible en un espacio que aunaba música y literatura, siempre tan unidas en la vida y en la obra de Antonio.

Así pues, resulta bastante común escuchar a Antonio hablar de Dylan, siempre con admiración y reverencia, pero también de manera crítica con aquellas facetas de la personalidad dylaniana que merecen ser criticadas. Casi en cada una de mis muchas conversaciones con él, la figura de Dylan sale a relucir, y cuando esto ocurre, la conversación se adentra en un territorio siempre estimulante y enriquecedor, con el resultado de que los minutos y las horas pasan con rapidez, sin apenas darnos cuenta. Nuestra última conversación referente a Dylan tuvo lugar no hace mucho, y se centró en el primer volumen de las memorias del músico, un libro que Antonio posee en ambas ediciones castellanas y que lee al menos una vez al año. Dylan en tapa dura y Dylan en edición de bolsillo. Las palabras de Dylan siguen a Antonio dondequiera que se encuentre.


Esta primera entrega de las memorias de Dylan, observa Antonio, no es una autobiografía al uso. Dylan rememora su pasado, sí, pero no lo hace de la manera que uno esperaría, cronológicamente, sino que se concentra en aquellas partes de su trayectoria vital que, por una u otra razón, más le interesa relatar: su breve estancia en Minneapolis siendo todavia desconocido, su llegada a Nueva York a principios de la decada de los sesenta y todos los descubrimientos personales que conllevó, su relación con un Woody Guthrie ya enfermo y viviendo sus últimos años en una cama de hospital, unas sesiones de grabación dirigidas por el productor Daniel Lanois en Nueva Orleáns. A Dylan le interesan ciertos retazos de su vida, y los cuenta y reelabora de una manera directa, emocionante, vibrante. De una manera, diría Antonio, esencialmente poética. El libro no trata únicamente de la vida de Dylan, sino que deja entrever el profundo conocimiento acerca de la música, la literatura, la historia y tantas otras disciplinas que, como todo en la vida, se encuentran irremediablemente entrelazadas. Leyendo el libro accedemos a una de las muchas aristas de la personalidad de Dylan que desconocíamos y comprendemos mejor así muchas de sus decisiones, como por ejemplo la polémica resolución de electrificar su música y mezclar el folk y el rock. Una decisión polémica en su momento, sí, pero sin duda necesaria y, como señala Antonio, una decisión que llevó a Dylan a ser lo que es hoy en día: no simplemente un cantante folk como otro cualquiera, sino una figura imprescindible en la Historia de la Música. Asi, con mayúsculas.

Antonio recomienda leer estas Crónicas dylanianas, que al parecer acabarán conformando una trilogía, con la serie de programas que Dylan ha presentado en la radio por satélite estadounidense (y que él guarda en una caja de madera como quien guarda una reliquia) como música de fondo. Porque Dylan—Antonio no lo olvida—no es solamente un músico, una estrella, una leyenda; es, por encima de todo, "un poeta cunha guitarra ao lombo", un poeta con una guitarra a la espalda. Tras la lectura de este primer volumen de las memorias de Bob Dylan, a Antonio solamente le queda una duda: ¿para cuándo las dos entregas restantes, Mr. Dylan?